TRADICIONES
- La romería de La Virgen del Moral
Fiesta de arraigado sabor popular que une a los valles de Iguña y Cabuérniga en la braña del Moral cada sábado siguiente al 15 de agosto. Tradicionalmente se ha considerado esta fiesta como un ritual de integración entre comarcas vecinas, ya que la ermita se ubica en la divisoria de aguas entre los dos valles. Los asistentes pueden subir a la braña la víspera y acampar libremente, o bien subir el día de la fiesta a pie desde la braña de Brenes o bien desde Los Llares, con algo más de dificultad. A las 12:00 horas se celebra en la ermita la misa, y a continuación se saca a la Virgen en procesión acompañada de piteros, cantos y bailes tradicionales.
- La Procesión de La Luz
Fiesta de Interés Turístico Regional que se celebra en el pueblo de Las Fraguas cada noche del 15 de julio desde hace más de 200 años en honor a la Virgen del Carmen. Esta fiesta reúne cada año a miles de visitantes que acuden a pie desde lugares vecinos para asistir a la vistosa procesión, en la cual se desconecta el alumbrado público y el pueblo queda iluminado únicamente por velas que los vecinos colocan tanto en la vía pública como en sus casas, ventanas y balcones; y también por otros dispositivos electrónicos artificiales que acompañan a la Virgen por las calles de Las Fraguas.
- Las Marzas
Populares en toda Cantabria, las marzas son los cantos con los que se conmemora la llegada de la primavera. Se suelen cantar el último día de febrero o el primer día de marzo, de ahí su nombre. Tradicionalmente los mozos iban cantando de noche por las casas de las aldeas y los dueños de las casas los obsequiaban con alguna propina y/o algún producto como manteca, morcilla, etc.
En el municipio de Arenas de Iguña el coro Ronda Valdeiguña cantan las marzas.
LEYENDAS
- La leyenda de Doña Urraca
Cuenta la leyenda que la reina Doña Urraca de Castilla, que acababa de perder la guerra contra su marido Alfonso, huía derrotada hacia Galicia cuando hizo parada en el vecino municipio de Anievas, concretamente en Cotillo, donde los vecinos le rindieron pleitesía y le ofrecieron posada. Mientras la reina descansaba, sus criados montaban juergas con los lugareños perturbando la paz de la soberana. Pero lo que realmente colmó la paciencia de la reina fueron los “arreglos” que los mozos del pueblo hicieron a sus caballos, cortando sus colas y crines. Al día siguiente, Doña Urraca partió muy enfadada acompañada de su séquito hacia San Román de Moroso donde pernoctó durante unos pocos días, ya que los vecinos de Cotillo, ofendidos por el desaire de la soberana y al enterarse de que ésta buscaba la tranquilidad en el Moroso, elevaron la espadaña de la iglesia para que el repique de las campanas llegara hasta sus oídos e impidiera el descanso de la altiva reina, la cual, más enfadada aún, ordenó que a ningún habitante o descendiente de Cotillo se le concediese el priorato de Moroso.
A día de hoy, aún puede contemplarse en la iglesia de Cotillo la espadaña de doble altura.
- La leyenda de la Virgen del Moral
La leyenda antiquisima de la Virgen del Moral, dice que un toro escarbando en el suelo con la punta de sus astas, sacó de la tierra la imagen de la Virgen que allí estaba escondida. La bajaron, con gran solemnidad y devoción a una iglesia del valle, a la ermita de Santa Ana, pero la imagen volviose sola por tres veces a la braña solitaria, dando a enterder, con esto, el deseo de ser allí venerada. Aún dicen las gentes que al subir la Virgen por Cuchío dejó huellas indelebles sobre las rocas, que a a su paso se ablandaron y recuerdan un sitio llamado Las Rodillas de la Virgen, donde los creyentes ponían las suyas y oraban, siguiendo después su camino hasta que poco antes de llegar al Moral se sentó a descansar dejando nuevamente su huella en una losa, es en este lugar donde decidió quedarse para siempre como guardiana de los valles de Iguña y Cabuérniga.
- La leyenda de la Mora de la regata del Oro
Cuenta la leyenda que en las cercanías de San Vicente de León y Los Llares, en el paraje conocido como La regata del Oro, solía aparecerse una mora conversa que surgía de las aguas transformada en una anjana. En una mano portaba una picaya, en cuyo extremo lucía una estrella que servía para guiar a los caminantes perdidos en su recorrido por la zona. Además de conducirlos a su destino, el hada protectora los obsequiaba con un aguardiente de orujo y llenaba sus hatillos de viandas.